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El arzobispo de Santiago cierra la Puerta Santa con la lectura de un mensaje del Papa Juan Pablo II en el que incita a los españoles a buscar el futuro y la garantía de progreso a través de la fidelidad histórica

El Arzobispo de Santiago, D. Julián Barrio, cerró la Puerta Santa clausurando de esta manera el Año Santo Compostelano 2004. Tras recibir en el Pórtico de la Gloria al Delegado Regio, Manuel Fraga, presidente de la Xunta, y recorrer la Catedral de Santiago en procesión hasta la Puerta Santa, el Arzobispo compostelano fue el último en salir por ella; se arrodilló ante ella, en silencio rezó y muy lentamente fue cerrando la Puerta por la que han pasado miles de personas durante este año. A continuación, D. Julián Barrio leyó el Mensaje del Papa Juan Pablo II en el que recordando su viaje a Santiago en 1982, pidió: España, sé tú misma, ¡descubre tus orígenes! Busca en la fidelidad a tu ser histórico el rumbo para tu futuro y la garantía de tu progreso. A lo largo de los siglos has recibido abundantemente el tesoro de la fe cristiana. Esta herencia sigue vigente. Ella es el mejor patrimonio que podéis transmitir a las nuevas generaciones y la mejor ayuda para poder pensar con realismo en un futuro de verdadero progreso y pacífica convivencia.
Asimismo, el Papa recordó varios de los acontecimientos más importantes de este Año Santo, el Encuentro de la Comisión del Episcopado de la Comunidad Europea, la Peregrinación Europea de Jóvenes, el Encuentro Internacional de la Familia, el de Rectores y Formadores de los Seminarios Mayores, el de Diáconos Permanentes, el de Religiosidad Popular, la reciente peregrinación de los Obispos de la Conferencia Episcopal como conclusión de la Asamblea Plenaria, las peregrinaciones diocesanas de España y de otras naciones, las de tantas parroquias y diferentes movimientos y grupos apostólicos.
También el Santo Padre tuvo palabras de gratitud y reconocimiento para el Arzobispo de Santiago, que con admirable solicitud pastoral ha acogido diariamente a la muchedumbre de peregrinos en la celebración eucarística y les ha anunciado la Palabra de Dios. Para Juan Pablo II, con el rito que concluye oficialmente este año extraordinario, se cierra la Puerta Santa hasta el próximo Año Jubilar. Pero la puerta viva, que es Cristo, el cual nos abre el acceso a la casa del Padre, seguirá siempre abierta.
Tras esta primera parte de la celebración, D. Julián Barrio presidió la Eucaristía en el Altar Mayor de la Catedral Compostelana acompañado por Obispos y sacerdotes. En su homilía, recordó que han sido numerosos los peregrinos que han llegado a la Casa del Señor Santiago para confesar su fe, sintiéndose acogidos por la Iglesia que vive para Cristo y anima a ser testigos del amor de Dios en la familia, el mundo de la cultura y de la enseñanza, la profesión y el trabajo y la política con un estilo de vida cristiana que brille por la verdad que nos hace libres y la caridad que se manifiesta en la bondad. ¡Cuántas personas han llegado con las partituras de sus vidas incompletas un, con notas disonantes otras, pero después todas armoniosamente interpretadas en la clave de la gracia!, recitó el prelado explicando que la ciudad del Apóstol ha sido una luminosa referencia espiritual para innumerables personas en torno a la memoria del Santiago, amigo del Señor.
El Arzobispo de Santiago, que ha acogido diariamente a miles de personas en la Misa del Peregrino de las 12.00h, tuvo palabras de agradecimiento para el Papa Juan Pablo II, por su cercanía y su aliento, para el Cabildo, los confesores, las religiosas, los monaguillos, los trabajadores y voluntarios, el personal médico y sanitario, que contribuyeron generosa y disponiblemente a la organización y buen funcionamiento de la programación pastoral. También Julián Barrio agradeció desde la sinceridad las ayudas y servicios prestados por la Xunta de Galicia y el Ayuntamiento de Santiago.


Documentación
Homilía de clausura del Año Santo compostelano
Por el arzobispo de Santiago: Julián Barrio:
Excmo. Sr. Delegado Regio
Excmos. y Revdmos. Sres Obispos
Excmo. Cabildo Metropolitano
Excmas. e Ilmas. Autoridades
Queridos sacerdotes, y miembros de Vida Consagrada
Miembros de la Archicofradía del Apóstol
¡Cantaré eternamente las misericordias del Señor, proclamaré su fidelidad a todas las edades! Este es el sentimiento que brota espontáneo al clausurar este Año Santo Compostelano pues no debemos callar cuando hemos visto la misericordia de Dios con nosotros, pues el cristianismo es gracia, es la sorpresa de un Dios que satisfecho no sólo con la creación del mundo y del hombre, se ha puesto al lado de su criatura (NMI 4). Muchas han sido las personas que de la mano del Apóstol Santiago se han acercado al Señor para hablar con El en la celda interior de su alma. Con ellas, nosotros reunidos en comunión de fe en este atardecer, celebramos esta Eucaristía, acción de gracias por excelencia, en la confianza de que este Año Santo ha contribuido a purificar la religiosidad y renovar la vida cristiana. Este convencimiento nos lleva a proclamar la grandeza del Señor y alegrarnos en Dios nuestro Salvador que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, que a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Numerosos han sido los peregrinos, niños, jóvenes y familias, que en esta Casa del Señor Santiago han confesado su fe en el Dios Trinitario, sintiéndose acogidos por la Iglesia que vive para Cristo y anima a ser testigos del amor de Dios en la familia, el mundo de la cultura y de la enseñanza, la profesión y el trabajo y la política con un estilo de vida cristiana que brille por la verdad que nos hace libres y la caridad que se manifiesta en la bondad. El cristianismo es la religión que ha entrado en la historia.
¡A Ti, Señor, te alabamos! Cuántas personas han llegado con las partituras de sus vidas incompletas unas, con notas disonantes otras, pero después todas armoniosamente interpretadas en la clave de la gracia. La fidelidad y la misericordia de Dios han aparecido realizando la salvación de manera provincial en este Año. A pesar de nuestras infidelidades Dios guarda su Alianza eternamente, pues la mirada de Dios no es como la mirada del hombre. El hombre ve las apariencias, pero el Señor ve el corazón” (1 Sam 16,7). En la cotidianidad de nuestra vida comprobamos que “nuestros únicos méritos son la misericordia del Señor. No seremos pobres en méritos, mientras él no lo sea en misericordia. Y porque la misericordia de Dios es mucha, muchos son también nuestros méritos (San Bernardo de Claraval), pudiendo decir con San Agustín: No te hubiera yo encontrado si tú no me hubieras buscado primero… Tan grande es la condescendencia de Dios para con nosotros que ha querido que constituyan mérito nuestro incluso sus mismos dones.
¡A Ti, Señor, te bendecimos! Vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, descender del cielo, compuesta como una novia engalanada para el esposo (Ap 21,1-3). La ciudad del Apóstol ha sido una luminosa referencia espiritual para innumerables personas en torno a la memoria del Santiago, el amigo del Señor. En la memoria de los orígenes apostólicos que fundamentan la tradición cristiana hemos evocado la realidad de la Iglesia que peregrina hacia la casa del Padre entre los consuelos de Dios y las turbaciones del mundo. La necesidad de presentar en términos culturales modernos el fruto de la herencia espiritual, intelectual y moral del catolicismo se muestra hoy cargada de una urgencia que no tolera aplazamientos, incluso para evitar el riesgo de una diáspora cultural de los católicos (Nota de la Congregación de la Doctrina de la fe, 24.11.2002, nº 7). Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos un Salvador: al Señor Jesucristo que transformará nuestro humilde cuerpo conforme a su cuerpo glorioso en virtud del poder que tiene de someter a si todas las cosas (Fil 3, 20-21).
¡A Ti, Señor, te damos gracias! Damos gracias por haber llegado a esta meta, punto de partida para seguir caminando de comienzo en comienzo, por comienzos siempre nuevos. Sedientos de Dios, necesitados de salud y consuelo, de fortaleza y de esperanza, de perdón y de salvación, en el acontecer de este año de gracia, hemos escuchado insistentemente el eco de las palabras de Jesús, bendición permanente de Dios: Venid a mi los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré, porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Dios se inclina siempre hacia nuestra pequeñez reconocida y aceptada en la verdad. Su Palabra alimenta la fe, inspira el modo de vivir y juzga el modo de estar en la historia. El hombre en Dios lo espera todo. Solo la esperanza de la plena comunión de nuestra vida con la vida de Dios sacia el deseo de nuestra alma y nos hace libres y la vocación del ser humano a la esperanza no es absurda, sino razonable y realizable. Jesucristo resucitado es la razón de nuestra esperanza (CEE, La fidelidad..., 20). La Puerta Santa como símbolo se cierra pero queda siempre abierta la Puerta que es Cristo, Camino, Verdad y Vida. Gracias, Señor, porque tu Luz nos ha hecho ver la Luz.
Ó dar gracias a Deus de quen procede todo ben, agradezo ó Santo Pai a súa cercanía e o seu alento no acontecer espiritual deste Ano Santo. O meu recoñecemento e agradecemento ó Cabido Metropolitano, ós confesores, ás relixiosas, ós monagos, ás persoas empregadas e voluntarias, ó persoal médico e sanitario, que contribuíron xenerosa e dispoñiblemente á organización e bo funcionamento da programación pastoral. Igualmente desexo manifesta-la miña sinceira gratitude ás diferentes institucións, á Xunta de Galicia e ó Concello de Santiago polas axudas e servicios prestados para unha boa acollida dos peregrinos. Comezabámo-lo Ano Santo poñéndoo baixo o amparo da Virxe Peregrina, clausurámolo invocándoa coma Inmaculada, estrela do Século vinteún e esperanza do terceiro milenio do cristianismo. Por ela Deus saíu ó noso encontro, acompañándonos coma un peregrino máis nesta azarosa peregrinación polos camiños da historia. Pola súa maternidade física de Xesucristo converteuse na Nai amorosa de tódolos homes. ¿Como non te imos proclamar tódalas xeracións a máis benaventurada de tódalas criaturas? Poñernos baixo a protección da súa maternidade significa implorar dela unha comprensión continua para un constante seguimento de Xesús.
Neste atardecer proclamamos tamén con tódolos peregrinos: ¡Oh, que benaventurados son tódolos que teñen ante Deus tal intercesor e valedor. Non hai ninguén que poida narra-los beneficios que o Santo Apóstolo concede ós que lle piden de todo corazón. Velaí que a santa Cidade de Compostela veu a ser, pola intercesión do Santo Apóstolo, a salvación dos fieis, a fortaleza dos que a ela veñen. Que o Señor vos bendiga e vos garde, que faga brilla-lo seu rostro sobre vosoutros, e vos conceda a súa gracia; que o Señor volva os seus ollos cara vós.



Mensaje Pontificio
A Mons. Julián Barrio Barrio
Arzobispo de Santiago
Saludo cordialmente a los pastores y fieles de esa Archidiócesis, así como a cuantos participan en la solemne clausura del Año Santo Compostelano 2004.
Durante este Año de Gracia, millones de peregrinos han llegado a Santiago de muy diversas maneras para venerar las reliquias del Apóstol. Se trata de una piadosa costumbre, desarrollada y mantenida desde que se descubrió su tumba en Iria Flavia, cuando Alfonso II reinaba en Asturias y Carlomagno en Francia.
Ya en la Edad Media, Compostela, como Roma y Tierra Santa, fue meta de peregrinación. Gentes de diversas procedencias, movidas por el deseo de expiar sus pecados o de fortalecer su fe, peregrinaron devotamente hacia el llamado Finis terrae, dando lugar a un movimiento que contribuyó a forjar la unidad espiritual y cultural de Europa. En los últimos años, la creciente atención pastoral al fenómeno jacobeo, nunca interrumpido, ha favorecido el resurgir de esta antigua tradición del pueblo de Dios con evidentes frutos de conversión y renovación. En efecto, la peregrinación a Santiago de Compostela ha sido una gran ocasión para obtener las gracias jubilares, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación y la participación en la Eucaristía. Niños, adolescentes, jóvenes, adultos y personas mayores de los distintos continentes, han ido dejando un hermoso testimonio de fe. La fe que lleva al peregrino a poner su mano en la columna del Pórtico de la Gloria y confesar públicamente: creo.
Así, la ciudad del amigo del Señor fue escenario de importantes acontecimientos para la vida de la Iglesia y de la sociedad. Entre ellos, cabe recordar el Encuentro de la Comisión del Episcopado de la Comunidad Europea, la Peregrinación Europea de Jóvenes, el Encuentro Internacional de la Familia, el de Rectores y Formadores de los Seminarios Mayores, el de Diáconos Permanentes, el de Religiosidad Popular, la reciente peregrinación de los Obispos de la Conferencia Episcopal como conclusión de la Asamblea Plenaria, las peregrinaciones diocesanas de España y de otras naciones, las de tantas parroquias y diferentes movimientos y grupos apostólicos. Todo ello, así como tantas otras iniciativas, ha reafirmado la Ruta Jacobea como un camino de esperanza y un itinerario privilegiado de vida cristiana.
Esta manifestación de piedad debe ayudar a los católicos españoles a renovar el vigor apostólico de su fe. Es indiscutible que ésta iluminó muy pronto la vida de los pobladores de la Península Ibérica. Gracias a la colonización romana se extendió rápidamente, dando frutos admirables de santidad. Asimismo, originó un patrimonio espiritual que sostuvo la fortaleza de los españoles en las dificultades y pruebas de su historia e impulsó sus más grandes empresas a lo largo de los siglos. Desde entonces, la fe en Jesucristo y la devoción a la Santísima Virgen María han sido, y siguen siendo, referencias fundamentales en la vida de los españoles y fermento purificador y enriquecedor de su identidad y sus costumbres. De esta fe nacieron los criterios morales que han configurado la vida de la sociedad hasta nuestros días.
En estos momentos España y toda Europa necesitan recuperar la conciencia de su identidad. En este sentido, al comienzo del Año Jubilar, recogiendo lo que ya dije en esa Basílica en 1982, afirmé que la peregrinación jacobea nos habla de los orígenes espirituales y culturales del viejo Continente (Carta con motivo de la apertura de la Puerta Santa, 30-12-2003). Es un patrimonio espiritual que sigue siendo fundamental para el futuro de la Unión europea, cuya construcción, larga y ardua, seguimos mirando con confianza. Por ello, el Camino de Santiago, lugar de encuentro entre las personas y los pueblos, debe animar a los cristianos a llevar a todos los ámbito e instituciones los valores del Evangelio, que son garantía de paz y de colaboración entre los ciudadanos, con el compromiso compartido de servir al bien común (cf. Ángelus, 31-10-04).
Por ello, como expresión de afecto y lealtad, yo quisiera decir nuevamente: España, sé tú misma, ¡descubre tus orígenes! Busca en la fidelidad a tu ser histórico el rumbo para tu futuro y la garantía de tu progreso. A lo largo de los siglos has recibido abundantemente el tesoro de la fe cristiana. Esta herencia sigue vigente. Ella es el mejor patrimonio que podéis transmitir a las nuevas generaciones y la mejor ayuda para poder pensar con realismo en un futuro de verdadero progreso y pacífica convivencia.
Expreso mi gratitud y reconocimiento a quienes han contribuido espiritualmente al éxito del Jubileo compostelano. A Usted, Señor Arzobispo, que con admirable solicitud pastoral ha acogido diariamente a la muchedumbre de peregrinos en la celebración eucarística y les ha anunciado la Palabra de Dios; a los miembros del Cabildo Catedralicio y, en particular, a los sacerdotes y confesores, testigos privilegiados de la misericordia de Dios; a los voluntarios, dispensadores de solidaridad y amor fraterno; a los hombres y mujeres que desde los medios de comunicación social y las distintas instituciones del mundo de la cultura, del trabajo y de la política han colaborado a reforzar el carácter específicamente religioso del fenómeno jacobeo; a los monjes y monjas de clausura, así como a las numerosas personas, especialmente los ancianos y enfermos que, sin haber peregrinado físicamente, han orado incesantemente y ofrecido sus sufrimientos por los frutos espirituales del Jubileo; a todos, el Papa os dice ¡gracias!
Con el rito que concluye oficialmente este año extraordinario, se cierra la Puerta Santa hasta el próximo Año Jubilar. Pero la puerta viva, que es Cristo, el cual nos abre el acceso a la casa del Padre, seguirá siempre abierta.
En la Carta apostólica Mane nobiscum Domine para el Año de la Eucaristía (7-10-2004) he invitado a toda la Iglesia a vivir con renovado fervor el misterio de la Santísima Eucaristía. En las celebraciones dominicales encontraréis la fuerza para vencer todos los obstáculos y crecer en la actividad apostólica y misionera. Las dificultades que podáis encontrar en el momento presente para transmitir a las nuevas generaciones el Evangelio de Cristo, lejos de debilitar vuestra esperanza han de ser motivo de fidelidad y unidad, ocasión propicia para corregir vuestras deficiencias y dar un testimonio público y coherente. De esta manera tendréis fuerza y credibilidad para defender el respeto efectivo a la vida en todas sus etapas, la educación religiosa de vuestros hijos, la protección del matrimonio y de la familia, la defensa del nombre de Dios y del valor social de la religión cristiana.
Invocando la maternal protección de María y la intercesión del Apóstol Santiago, que la tradición presenta como protector del pueblo español en los avatares de la historia, encomiendo los frutos espirituales del año Santo Compostelano que hoy se clausura. A todos imparto con afecto la Bendición Apostólica: en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Juan Pablo II

R.