Los monjes de Oseira intentan recuperar la tradicional producción de licores y pastas suspendida hace casi un año
Los trece monjes cistercienses que viven en el monasterio ourensano de Oseira quieren recuperar su producción de vino quinado y licor Eucaliptine, suspendidos hace ocho meses, y buscan ayuda para instalar un horno industrial de cocer pastas artesanas, afirma el padre superior Juan Javier Martín.
Con este fin, los monjes recogieron en el pasado otoño las tres variedades de hoja de eucalipto que necesitan para la bebida y, según los planes del superior, instalarán la licorería en las antiguas caballerizas del siglo XVIII «pero aún estamos con los preparativos y, después de llevar allí agua caliente para sanearlas, nos falta comprar el alcohol y la botellas de vidrio». El superior de la comunidad religiosa de Oseira llegó a ella hace ocho meses y desde entonces se planteó recuperar la elaboración del vino y el licor tradicional «porque nos lo reclaman muchos visitantes de Barcelona o de Portugal que dicen que son muy buenos para los bronquios», dijo.
Novedosa en Oseira será la elaboración de pastas artesanas «si conseguimos un horno industrial para instalarlo en la cocina del monasterio y completar así la reducida oferta de productos que tenemos en este momento en la pequeña tienda de la entrada».
Según explica el padre Juan Javier, la comunidad vive de las pensiones de los monjes de más edad y de la venta de miel propia y productos de otros monasterios como quesos de Viacelli (Santander) o vinos de Cardeña (Burgos) «pero andamos muy justos y aunque mantenemos una hospedería con 14 habitaciones que deja algo, no puede considerarse como una fuente de ingresos sino como un servicio que mantenemos como en todos los monasterios», agregó.
Oseira también ofrece desde hace meses cobijo a los peregrinos del Camino de Santiago y muchos de ellos, según el padre Juan Javier, paran en el monasterio para «terminar el día con una ducha caliente, con su participación en nuestras oraciones y con cama para descansar después de horas de caminata, pero por ahora sólo podemos ofrecerle unas literas que instalamos debajo de la biblioteca». Servicios como el de albergue improvisado son «obligados», dijo, por solidaridad «con nuestro entorno ya que nos sentimos muy queridos en esta provincia», añadió.
«Cualquier proyecto así -añadió- es muy complicado para nosotros ya que, por un lado la comunidad es cada vez más pequeña y por otro, necesitamos el permiso de Patrimonio para cualquier obra y ya es urgente un Plan Director que incluya mejoras de cara a los visitantes pero también para la vida cotidiana de los monjes que sería más fácil sin las goteras que hay en algunas salas».
Con este fin, los monjes recogieron en el pasado otoño las tres variedades de hoja de eucalipto que necesitan para la bebida y, según los planes del superior, instalarán la licorería en las antiguas caballerizas del siglo XVIII «pero aún estamos con los preparativos y, después de llevar allí agua caliente para sanearlas, nos falta comprar el alcohol y la botellas de vidrio». El superior de la comunidad religiosa de Oseira llegó a ella hace ocho meses y desde entonces se planteó recuperar la elaboración del vino y el licor tradicional «porque nos lo reclaman muchos visitantes de Barcelona o de Portugal que dicen que son muy buenos para los bronquios», dijo.
Novedosa en Oseira será la elaboración de pastas artesanas «si conseguimos un horno industrial para instalarlo en la cocina del monasterio y completar así la reducida oferta de productos que tenemos en este momento en la pequeña tienda de la entrada».
Según explica el padre Juan Javier, la comunidad vive de las pensiones de los monjes de más edad y de la venta de miel propia y productos de otros monasterios como quesos de Viacelli (Santander) o vinos de Cardeña (Burgos) «pero andamos muy justos y aunque mantenemos una hospedería con 14 habitaciones que deja algo, no puede considerarse como una fuente de ingresos sino como un servicio que mantenemos como en todos los monasterios», agregó.
Oseira también ofrece desde hace meses cobijo a los peregrinos del Camino de Santiago y muchos de ellos, según el padre Juan Javier, paran en el monasterio para «terminar el día con una ducha caliente, con su participación en nuestras oraciones y con cama para descansar después de horas de caminata, pero por ahora sólo podemos ofrecerle unas literas que instalamos debajo de la biblioteca». Servicios como el de albergue improvisado son «obligados», dijo, por solidaridad «con nuestro entorno ya que nos sentimos muy queridos en esta provincia», añadió.
«Cualquier proyecto así -añadió- es muy complicado para nosotros ya que, por un lado la comunidad es cada vez más pequeña y por otro, necesitamos el permiso de Patrimonio para cualquier obra y ya es urgente un Plan Director que incluya mejoras de cara a los visitantes pero también para la vida cotidiana de los monjes que sería más fácil sin las goteras que hay en algunas salas».
R.